sábado, 29 de enero de 2011

Pausa



De vez en cuando hay que hacer
una pausa

contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana

examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa

y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.

Autor: don Mario Benedetti.
Foto: Huerta Grande. Pcia. de Córdoba. Rep. Argentina.

miércoles, 19 de enero de 2011

Otro cielo



No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre faltaría el pájaro en silencio

no existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras al fin como es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón

no existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y pronósticos
y comprobaras que no es tan dificil
siempre te faltaría el pino del crepusculo

eso es por que se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegue al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino.

Autor: don Mario Benedetti (siempre en mi memoria)

viernes, 14 de enero de 2011

Mañana y Ayer



El recuerdo me trae hasta aquí.
Sin más.
Nuestra historia escrita en tus dedos,
en y por tus manos.
En tus marcas y en las mías.
Todo nos trae hasta aquí,
hasta este punto en el infinito,
este sueño y esta pesadilla.
Existen momentos para disfrutar
y otros para esperar.
Este es el de la espera,
el de la vida, preámbulo del fin.
Un hermoso preámbulo
colmado de amor, odio, ternura,
enojo y esperanza.
Esperanza en que algo, lo que sea,
pueda salir mejor mañana.

Autor: Mariana Floris
Pintura: Lirios. Vincent, por supuesto.

viernes, 7 de enero de 2011

Obligación y sacrificio


En mi familia, por lo menos por las últimas tres generaciones, se han usado varios dichos, entre los cuales se encuentra: “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”.
No sé a cuanto tiempo atrás se remonta, pero recuerdo haberlo escuchado de mi abuela y de mi madre.
Esto ha implicado que un sinfín de actividades, como levantarse muy temprano para entrar a la casa dos metros cúbicos de arena para no pagarle a alguien, poner el piso de una habitación, trabajar doce horas diarias para incrementar un poco el sueldo, no irse de vacaciones para ahorrar, hacer infinidad de cosas para las que no se está preparado, se hayan hecho porque “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”
No cuestiono el valor práctico de este dicho. En realidad siempre pensé que el ponerlo en práctica me había servido para hacer lo que hago: trabajar, estudiar, etc. De hecho renuncié a un muy buen trabajo, a una carrera en progreso (que retomé luego con algunas pérdidas), a mi lugar de origen, para estar junto al hombre que amo. Y creo que el dicho tuvo que ver. A veces no es tanto el tema de poner en una balanza lo positivo de un lado y lo negativo del otro, sino el evaluar las posibilidades. Al hacerlo uno se queda con la menos mala. Aunque cueste. Y, a veces, el costo es enorme.
La relación costo-beneficio no es tan aplicable en la vida cotidiana y en los sentimientos. Por lo menos no me resulta a mi en particular.
De todas maneras se sabe que ante cada decisión de cada día uno resigna cosas, sacrifica cosas, gana otras, y otras, simplemente, las hace por obligación.
Y las obligaciones con frecuencia “pesan” una barbaridad.
A lo que voy es: ¿vale la pena, a cierta altura de la vida (no a cualquier edad, sino específicamente pasadas las cuatro décadas) el que nuestra vida esté regida por el “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”; vale la pena que nuestra vida cotidiana esté regida más por obligaciones y sacrificios que por satisfacciones?
¿Cual es el mérito del dicho, si a cierta edad nos damos cuenta que estamos terriblemente cansados de haber acumulado (y seguir haciéndolo), obligaciones y sacrificios?
¿No sería hora de cambiar el hábito que forjó el dicho?
¿No sería hora de empezar a acumular satisfacciones?
Por supuesto que los hábitos son muy difíciles de romper. Es lo más difícil diría yo. Es un determinado modo de hacer las cosas que se formó en determinado momento de la vida (posiblemente en nuestra niñez) y que se ha afianzado con el transcurrir de la vida. Por lo cual es posible que necesitemos mucha voluntad y tal vez ayuda profesional para modificar el hábito, adquirir otros, más saludables y tal vez lograr ser felices la mayor parte del tiempo.

martes, 4 de enero de 2011

¿Sos roble o palmera?



La plasticidad neuronal es uno de los últimos descubrimientos de la ciencia que se ocupa de nuestro sistema nervioso. Esta plasticidad indica la posibilidad de aprender, nuestra capacidad de aprendizaje, en forma constante a través de la modificación en la funcionalidad de las sinapsis químicas.
Este descubrimiento le otorga a la psiquiatría y a la psicoterapia en general (por lo menos a ese segmento de profesionales que está dispuesto a aceptar el trabajo interdisciplinario), la pauta sobre la necesidad de colaboración entre ciencias como la neurobiología y las neurociencias con la psiquiatría y la psicología, para hallar la forma de “mejorar” el tratamiento de pacientes.
Esta plasticidad indica que en el espacio terapéutico hay mucho más que palabras entre el profesional y su paciente, y, a la vez, es a través de la palabra que esta se manifiesta.
El profesional escucha al paciente y el feedback provoca la modificación en las funciones sinápticas, dándose el aprendizaje. El paciente aprende sobre sí mismo, sobre aquellos mecanismos de defensa que ha usado toda su vida, los ve, los cuestiona, los procesa por decirlo de alguna manera. El paciente aprende. Y a nivel del sistema nervioso algo se modifica. Freud nos dijo que lo psíquico se sustenta en lo biológico. La ciencia lo confirma. No puede haber mente sin un cuerpo. El biógrafo de Freud, Ernest Jones, sostenía que Sigmund apelaba a un dualismo paralelista, planteando una mente y un cuerpo que seguían caminos paralelos con reglas de funcionamiento propias pero correlacionados de alguna manera (Dios?). Otros afirman que Freud asumió primero una posición materialista reduccionista eliminacionista. Todo esto para decir que en su Proyecto de Psicología para neurólogos de 1895, planteaba que los procesos mentales eran procesos físicos, del sistema nervioso, y que no había nada metafísico en ellos.
Posteriormente se declaró partidiario de un materialismo no reduccionista ni eliminativista. Simplemente postuló que el vocabulario de la psicología debía ser propio de la misma, porque ningún otro, como el de la física o el de la biología, podía explicar o contener la característica propia de los estados mentales: la intencionalidad.
Me extendí un poco en este tema, aunque no es exactamente de lo que quería hablar. En realidad, todo esto viene a cuento (aparte de que lo estudié para el último final que rendí en el 2010: Epistemología) por algo que leí en una revista de notas varias y moda: “Resoluciones para el nuevo año” (o algo así). El artículo tiene un par de datos interesantes, uno de ellos habla del tema de la plasticidad. Y me gustó porque, aunque no habla de la plasticidad neuronal, si propone, haciendo una analogía entre los humanos y el roble y la palmera, que tratemos de ser más flexibles, como la palmera, que soporta fuertes vientos (huracanados) y sin embargo sigue en pie, pierde ramas, etc, pero continúa su vida de palmera, en lugar de ser como el roble, que es muy fuerte, pero ante un clima muy adverso no resiste, precisamente porque no es flexible sino rígido.
Me gustó mucho la imagen porque siempre me enorgullecí de ser como el roble, y me vengo a dar cuenta, a los 41 años (Ja!!) que, en realidad, debería ser como una palmera. Mi deseo debería ser vivir mejor (no sé si más), pero definitivamente mejor. Y la flexibilidad tiene mucho que ver con esto.
Que tengamos un 2011 maravilloso.
De nosotros depende, porque, no sé quien de mi familia lo decía (tal vez yo y he inaugurado el dicho): la vida es muy corta ¿no les parece?.