viernes, 7 de enero de 2011

Obligación y sacrificio


En mi familia, por lo menos por las últimas tres generaciones, se han usado varios dichos, entre los cuales se encuentra: “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”.
No sé a cuanto tiempo atrás se remonta, pero recuerdo haberlo escuchado de mi abuela y de mi madre.
Esto ha implicado que un sinfín de actividades, como levantarse muy temprano para entrar a la casa dos metros cúbicos de arena para no pagarle a alguien, poner el piso de una habitación, trabajar doce horas diarias para incrementar un poco el sueldo, no irse de vacaciones para ahorrar, hacer infinidad de cosas para las que no se está preparado, se hayan hecho porque “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”
No cuestiono el valor práctico de este dicho. En realidad siempre pensé que el ponerlo en práctica me había servido para hacer lo que hago: trabajar, estudiar, etc. De hecho renuncié a un muy buen trabajo, a una carrera en progreso (que retomé luego con algunas pérdidas), a mi lugar de origen, para estar junto al hombre que amo. Y creo que el dicho tuvo que ver. A veces no es tanto el tema de poner en una balanza lo positivo de un lado y lo negativo del otro, sino el evaluar las posibilidades. Al hacerlo uno se queda con la menos mala. Aunque cueste. Y, a veces, el costo es enorme.
La relación costo-beneficio no es tan aplicable en la vida cotidiana y en los sentimientos. Por lo menos no me resulta a mi en particular.
De todas maneras se sabe que ante cada decisión de cada día uno resigna cosas, sacrifica cosas, gana otras, y otras, simplemente, las hace por obligación.
Y las obligaciones con frecuencia “pesan” una barbaridad.
A lo que voy es: ¿vale la pena, a cierta altura de la vida (no a cualquier edad, sino específicamente pasadas las cuatro décadas) el que nuestra vida esté regida por el “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”; vale la pena que nuestra vida cotidiana esté regida más por obligaciones y sacrificios que por satisfacciones?
¿Cual es el mérito del dicho, si a cierta edad nos damos cuenta que estamos terriblemente cansados de haber acumulado (y seguir haciéndolo), obligaciones y sacrificios?
¿No sería hora de cambiar el hábito que forjó el dicho?
¿No sería hora de empezar a acumular satisfacciones?
Por supuesto que los hábitos son muy difíciles de romper. Es lo más difícil diría yo. Es un determinado modo de hacer las cosas que se formó en determinado momento de la vida (posiblemente en nuestra niñez) y que se ha afianzado con el transcurrir de la vida. Por lo cual es posible que necesitemos mucha voluntad y tal vez ayuda profesional para modificar el hábito, adquirir otros, más saludables y tal vez lograr ser felices la mayor parte del tiempo.

3 comentarios:

  1. Así que quieres cambiar los usos y costumbres para ser feliz....pues si hay que cambair, se cambia... si hay que hacerlo... se hace y se es feliz. Es sólo cuestión de aplicar el mismo principio

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  2. Si Malo...ojalá fuera tan fácil, no existirían ni tantos psicólogos (gracias porque si, porque en eso voy a trabajar en el futuro próximo) ni tantos infelices...o sea, el hábito es algo difícil de romper, requiere mucha fuerza de voluntad, más que para seguir practicándo el hábito. De ahí mi diatriba de esta última entrada.
    Un abrazo desde este lado del charco...y siempre es un placer contar con tus comentarios.

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  3. Mariana...es ponerse. Mira el próximo 30 de abril hará dos años que dejé de fumar...me parecía imposible, me fumaba 3 cajetillas al día...hoy, algunas veces aún lo recuerdo pero continúo sin fumar y como me expandí como el universo y gané más masa de la adecuada 119Kg en 181cm de talla...pues hoy mismo he empezado una dieta...que me comía... pero es lo que hay que hacer y se hace...y puñeteras gasnas que tengo.
    Ánimo, que puedes.

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